miércoles, 6 de enero de 2010

Accidentado comienzo

Diciembre fue un mes de desánimo, de descanso laboral, de lectura, de gimnasio, de vicio en el Facebook... La misma Navidad no significó tanto para mí como en años anteriores, y eso no es algo que me enorgullezca.
No he empezado bien el año por problemas personales (esta vez no hubo llamada perturbadora que me reconcilie con mi mamá). Decidí irme de mi casa un tiempo y estoy pensando en muchas cosas, pues mi vida emocional estaba hecha un desastre. Ser hija única es mucha responsabilidad cuando tu familia se vuelve disfuncional (no lo recomiendo).
Salir fue lo mejor, aunque mi papá no lo comprenda del todo y le duela. Ya era por salud, estaba a punto de perder la cabeza. Estoy en paz y eso es lo que tanto necesitaba.
Tengo algunos amigos que me apoyan, sin quienes esto no hubiera funcionado. Tengo a Luis Enrique, quien se ha vuelto mis zapatos para caminar. Tengo un padre extraordinario, quien es mi corazón, y que si bien ahora está deprimido y sin fuerzas, es y será mi motivación para salir adelante. Tengo trabajo y muchos proyectos en la cabeza, para sentirme útil y estar ocupada. Tengo un rebaño a mi cargo (que si bien paradójicamente suele ser la labor más solitaria del mundo, es mi servicio y lucho por no desistir). Y tengo a un Señor que no se aparta de mí, a quien le oro todos los días (gracias a mi diario bíblico que es buen instrumento) y le digo todo lo que pasa por mí, tratando de consultarle cuál es su voluntad.

Es por eso que le agradezco a Dios con todo mi corazón.