jueves, 11 de marzo de 2010

El señor de los toffees

Hace unos días, yo estaba en el micro rumbo a mi trabajo y se subió un señor de unos 60 años. Empezó a hablar de que no tenía trabajo y tenía una familia que mantener y que los que tienen trabajo y salud deben considerarse personas muy bendecidas... Lo que me pareció particular es que no buscaba generar lástima en la gente (la mayoría de personas que se suben a los micros a pedir una colaboración lo hacen con un discurso aprendido y con una intención ensayada de generar pena en ti para que les des dinero) sino que te hablaba con mucha tranquilidad, serenidad y sensatez.
De la nada, él empezó a evangelizar y habló de la Biblia, de la importancia de cargar con ella siempre porque esa es nuestra arma -seas católico o evangélico o lo que sea- y contó cómo Jesús llamó a Pedro a una misión especial. Dijo que el Señor ha venido por los pecadores y que nos llama a cada uno de nosotros con la misma intensidad... Yo que andaba zombie, me desperté y me llené de esperanza. Sacó una bolsa de toffees y empezó a vender. Yo le compré unos cuantos y me dijo que Dios me bendiga. "A ti", le respondí. "No, a ti", me dijo. Y sonó tan sincero que me alegró el día.

Resulta que hoy me subí al micro y... ¡el señor volvió a subir! No repitió el mismo discurso, para nada. Esta vez habló de Pablo y como Pablo de ser perseguidor pasó a ser seguidor de Cristo. Y que no importa lo que diga la gente, que él mismo vende toffees porque piensa primero en su familia y luego en el qué dirán... Me parece que para trabajar en eso hay que tener mucha valentía, perseverancia, paciencia y sobre todo amor a los demás, a su familia. Esta vez el señor vendía caramelos rellenos. Dándole una moneda, le comenté que prefería los toffees de la vez pasada y de la nada sacó toffees de la misma bolsa de sus caramelos. "¿Querías toffees? Justo, mira, estás bendecida", me dijo. Y yo le creí. Y lo CREO.

Es por eso que le agradezco a Dios con todo mi corazón.