jueves, 25 de noviembre de 2010

Mi libertad II

Hace un par de semanas, fui a un retiro con toda la Pastoral Juvenil de la parroquia. Fui emocionada porque era un retiro en el que ninguno de nosotros iba a dar servicio. Por el contrario, ibamos a vivir por completo dos días de encuentro con Dios. Debo admitir que al principio afloró mi rebeldía, mi soberbia y mi necesidad de control. No me daba la gana de alabar, no me daba la gana de orar de pie y con los ojos cerrados (siempre he estado en contra de que fuercen ese tipo de cosas), no me daba la gana de acordarme de mis issues, no me daba la gana de llorar... Lo increíble de este fin de semana fue que Dios obró a pesar de mi rebeldía.
Yo veía a muchos llorar, sentirse pecadores y humildes, arrepentirse... Y me puse a pensar: Yo me arrepiento de mi mal genio, de mi falta de caridad, del prejuicio... Pero nunca he tenido una vida libertina (y la tentación siempre está), no he tenido relaciones sexuales, ni agarres de una noche, no me he drogado... "Tal vez debería pecar un poco más para experimentar la gracia de Dios un poco más," me dije a mí misma.

Me di cuenta que yo no hacía todo lo mencionado anteriormente porque sentía que NO PODÍA. Pero nadie me lo prohíbe. Dios mismo me dijo que podía hacerlo si quería. Él me ama tanto que me da la libertad de equivocarme. Me ama tanto que su amor no disminuye con los errores míos o con los errores de mis hermanos. Y no puedo hacer esas cosas porque aunque Él me perdone, yo misma no me lo perdonaría nunca.

Me di cuenta que he estado sirviendo mucho tiempo seguido. Alabando porque tengo que alabar, yendo a reuniones de servicio porque tengo que ir, orando porque tengo que orar, asistiendo al grupo porque tengo que asistir. Y he empezado a faltar un poco al grupo y a ciertas reuniones, tratando de encontrar mi libertad de nuevo, trantando de no sentirme forzada. Algunos me han preguntado por qué no voy. Si les digo "porque no quiero" lo pueden tomar a mal. Pero Dios es el único que me entiende a plenitud. Y me acompañará a encontrar la libertad de amarlo.

Es por eso que le agradezco a Dios con todo mi corazón.